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viernes, 10 de agosto de 2012

No son sirenas, son ‘currantes’

Es habitual leer o escuchar que las chicas de la natación sincronizada, que de momento tienen una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres, son sirenas del deporte. Como si sus movimientos en el agua completamente coordinados nacieran por generación espontánea, fruto de una suma de talento innato.

Pero en una disciplina como la natación sincronizada, en la que te enfrentas a unos jueces que examinan minuciosamente tus movimientos en busca del error, los milagros no existen. El hecho de que una federación como la española, con no más de 1.000 licencias en este deporte, plante cara a Rusia, China o Japón, con 10 veces más licencias, se explica por un solo motivo: el trabajo.

Sesiones de mañana y tarde diarias que suman 10 horas de preparación dentro y fuera del agua. En la piscina de natación sincronizada del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat del Vallés, esa factoría de deportistas y personas, todos los movimientos son grabados con el objetivo de limar errores, buscando la coordinación perfecta. Fuera del agua, largas sesiones de gimnasio y, durante el último año, entrenamientos con la bailadora Flora Albaicín para aprender el arte del ‘zapateao’ y el movimiento de manos flamenco.

“Nací sin arte, pero lo he aprendido”, así de clara se mostraba la capitana del equipo de natación sincronizada, Andrea Fuentes, en una reciente entrevista en el diario El País. “Nadar el dúo me ha hecho mejor persona”, aseguraba la catalana. No son sirenas, son ‘currantes’.

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